Para María
Canción dedicada a la Abuela.
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Esta carta la escribí hace años, ya sabes, abuela mía, cuando hacía un año que te habías marchado… Y ahora, que recuerdo aquel San Valentín traicionero, aquel día que nos abandonaste tan repentinamente, quiero que sepas que después de tantos años, te sequimos añorando.
Que los años pasan, pero no el dolor de no tenerte, que no merman ni un solo ápice las ganas de reír junto a ti y, que las lágrimas que fluyen en este instante, son tan francas como las que brotaron sin cesar el día en que te marchaste para siempre…
Qué curioso, que tú, la más bondadosa de todos los ángeles, te fueras de la mano del Ángel de los Enamorados, de un San Valentín que, tal vez, quiso tenerte para él solo…
Solo espero que, allá en el cielo, donde estoy segura que ocupas un lugar más que especial, te hayan colmado de tanto amor como en vida regalaste.
Cada Jueveslardero, todos tus hijos y nietos nos acordamos de ti, de las monas que nos preparabas ese día, y que ya no comemos, pues ninguna es igual a las tuyas… Y comentamos, entre risas y entre lágrimas ahogadas, que te imaginamos en el cielo, haciendo masas gigantes, miles de monas, para San Pedro y los ángeles, mientras ríes, bromeas y cantas…
Sabemos que, un buen día, nos recibirás a todos allí, donde podremos abrazarte de nuevo y acariciar tus mejillas lozanas y frescas, como antes… ¡ojalá!.
Mientras tanto, ya no hay Jueveslardero, ni 14 de febrero para nosotros. Solo tu recuerdo, lágrimas atragantadas y tu presencia feliz en bonitos sueños… Sueños, de los que, muchos de nosotros, ¡despertamos colmados de felicidad!, como si realmente te hubiéramos visto, tocado y besado.
Abuela, guapa, mi gordi, que te queremos mucho y no te olvidamos.
Ahí va la carta que te escribí:
EL ÁNGEL QUE LLENABA LOS VACÍOS…
La recuerdo en su cocina, rodeada de pucheros, cacharros, especias, masas y caldos. Con la camisa remangada, ahondando con fuerza sus dedos rechonchos sobre masas esponjosas, mientras nubes harinosas revoloteaban por toda la cocina, posándose en su pelo, salpicando su vestido, cubriéndolo todo de blanca molienda.
Sus chistes y chascarrillos, impregnaban las tardes de su humor fresco y jovial; convertía toda ocasión en un jolgorio, haciéndonos olvidar cualquier pena o pesadumbre. Y es que su filosofía campechana y, no por ello desacertada, se asentaba sobre pilares de honestidad, sencillez, alegría, desenfado y, sobre todo, en el perdón y la tolerancia. Pues, su corazón y sus bondades eran más exuberantes que el más inflado de sus bollos, más infinitos que la huella de su recuerdo en nuestras memorias.
Pero, desgraciadamente, un mala mañana de San Valentín, sin aviso previo alguno, María … se fue, para no volver.
Se marchó sin despedida y nos dejó un agujero negro en el pecho, un vacío en el alma tan inmenso como ella nunca imaginó, y que sólo ella podía llenar.
Imagino el aroma a dulces bollos que me traen de nuevo los abrazos que tanto añoro, porque así es como olía ella.
Recuerdo cómo me gustaba contemplarla trabajando los guisos, al tiempo que entonaba alguno de sus cantares. Me agarraba a la esquina de la encimera, que entonces tenía mi misma altura, y aguardaba a que alargara su mano ofreciéndome un pedazo de masa, para moldearla a mi antojo y convertirla en bollitos abstractos y resobados.
Con espléndida sonrisa en su rostro apenas arrugado, abría la abuela la puerta del horno, dejando manar placenteros efluvios de la cocción de nuestros caprichos; golosos antojos que gustaba de llevar a su mesa, sin más excusa ni pretensión, que la de compartir un momento cualquiera.
A veces, teníamos la impresión de que la abuela no era de este mundo, pues para ella no existía cosa imperdonable. Cuando nos enfadábamos entre nosotros, fruncía el ceño a su manera, intentando hacernos ver que la familia está muy por encima de triviales disputas, que poco merecen un disgusto.
Aunque su vida no fue nada fácil, María siempre creyó en la bondad de las personas, luchó por aliviar las tristezas ajenas, y dedicó su vida a llenar los vacíos que todos tenemos, las hambres de los corazones.
A su humilde mesa, sentó a parientes cercanos, lejanos, amigos, vecinos, a buena gente, a gente no tan buena, a mendigos, desamparados ansiando un buen chocolate. Se le hacía insoportable un estómago hambriento, o una cara triste, fuere de quien fuere.
Dicen que, en el momento de su muerte, abrió los ojos con gran asombro, y entregó al aire un extraño abrazo, como si se reecontrara con alguien a quien no veía hace mucho tiempo.
Instantes despues, exhaló su último aliento… Quiero pensar que se reecontró con su madre, cuyo fallecimiento cuando era muy niña, le provocó el mayor de sus vacíos.
A veces, cuando nadie me ve, hablo con ella. Le pido que se presencie, pues quisiera verla por última vez, y decirle algunas cosas.
Sí, no me importaría que, en este preciso instante, se me figurara como la más fantasmagórica de las apariciones, con tal de volver a ver sus ojos de azul infinito y su dulce sonrisa.
Quisiera decirle que no se angustie si nos ve llorar por su ausencia, que tarde o temprano comprenderemos que, de algún modo, sigue a nuestro lado.
Quisiera darle infinitas gracias por sus sabias enseñanzas, por inculcarnos la honestidad, y llenarnos las venas de su sangre impoluta. Sólo a ella le debemos el ser como somos.
Quisiera pedirle una última cosa… Si es que realmente hay algo más al otro lado, si verdaderamente tenemos un alma que cruza el puente hacia la dimensión de los muertos, cuando llegue mi hora, abuela ven tú a recogerme, como tu madre fue a buscarte a tí.
Esté donde esté, sé que puede escucharme, y leerme, y oir mis pensamientos.
Desde aquí le mando el mayor de los abrazos.
No te olvidaremos nunca…
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Muchas gracias Ana por tu visita.Me alegra que tu guste nuestra cocina JEJJE .ya nos cuestas besos guapa
Gracias Helena por tus palabras tan emotivas…Me alegro mucho tenerte como amiga.Abrazos desde mi Corazón
Muy buena info. Aunque te encontré de casualidad 🙂 Excelente blog.
Bienvenida Cecilia me alegro que te guste .Un besazo jejee
La foto del blog me dio hambre, q rico pan dulce!
Buscaba una receta en internet y terminé leyendo esta receta y llorando a moco tendido. Yo también tengo en el recuerdo a una abuela como María, siempre entre fogones y risas, convencida de que las penas con pan son menos. Para todas esas abuelas del mundo mis respetos.
¡¡No me lo puedo creer!! Uno de los blogs de cocina que más me gustan y resulta que te tengo en la casa de al lado, jajaja. De casualidad, buscando «refrescar» la memoria para hacer un ajo harina como el de mi abuela, vuelvo a tu blog, veo un vídeo y… ¡¡eres tú, mi vecina!! Qué alegría, ya tomaremos un café y te contaré cuántos recuerdos me trae siempre tu blog. Un abrazo.
Jajajjajaja Charo no tengo ni idea de quien eres!!!!Cuando me veas me dices algo y nos tomamos el café… Gracias bonica muaaaaaaa
Gabriel muchas gracias por tu comentario, me alegra saber que hay personas que se sienten identificadas con nuestra historia. Un placer tenerte por aquí y bienvenido!!
Charo te he contestado cuando estaba inciada la sesión de mi hija y entonces ha salido su nombre, soy un desastre jajajaja!!
Charo, te he contestado cuando estaba iniciada la sesión de mi hija y por eso ha salido su nombre…Soy un desastre jajaja!!
Gabriel, bienvenido a nuestro blog. Nos alegra mucho saber que hay personas que se sienten identificadas con nuestra historia. Es un placer tenerte por aquí!!
hola…. os escribo desde palma de mallorca. mis padres eran de un pueblo de cuenca y hace dos años ya no estan conmigo…. y hoy buscando en la red la receta de mi madre de los panecillos de semana santa he encontrado vuestra pagina y su receta. por las fotos puedo decir que son los mismos de mi madre.
solo daros las gracias….y en su memoria probare de hacerlos este año. MUCHAS GRACIAS
Josefa gracias a ti por escribirnos.Y encima eres manchega jejjeje.. Aquí nos tienes para lo que necesites un abrazo bonica
Me gusta siempre lo que leo aqui y de alguna forma siempre me sirve :), gracias, besos desde el estado de Mexico !!